domingo, 22 de enero de 2012

Vía verde Terra Alta

Ya estuvimos en otra ocasión, tal vez cuando la furgo era nueva, en la Vía Verde de la Terra Alta. Recordamos las estalactitas de hielo y el santuario de Fontcalda, con sus piscinas naturales y los túneles sin luz, con corrientes de aire colándose por la nuca. En lugar de dormir en Bot (hicimos Bot-Fontcalda) hemos dormido en la antigua estación de Pinell de Brai, con intención de caminar por la vía hasta que el cuerpo aguante.





La sorpresa es lo bien que lo han arreglado, tapiando la estación y pintando los edificios, ahora con columpios para los niños. Incluso en el tramo subiendo hasta Fontcalda esta todo asfaltado, pintado el pavimento y con luces led iluminando los túneles. Es un sitio buenísimo para ir a pasar el día, ya sea andando, en bici o caballo con un par bocatas te plantas en cualquier mesa de picnic de las muchas que hay y te quedas más ancho que alto. Muy agustito se está en la antigua estación, que pereza y que buena siesta con el sol calentando el aire racheado que a veces roza el susto, cruzándonos la mirada con los ojos muy abiertos y tras guardar silencio, zarandeándose la furgo. Nos acercamos a Prat de Compte, sin demasiado interés pese a lo arreglado que está el pueblo. Nos acordamos de la chocolatería en Hortaliza de Sant Joan, regentada por -creemos que holandeses- un matrimonio, entrando por el pueblo a mano derecha y allí volvimos.


Nos tomamos unos cafés y chocolates, buenísimos y compramos pan XL, o el equivalente del ancho de nuestras cabezas, también buenísimo.


De allí nos llevamos aceite de la cooperativa la otra vez, hoy a 46,5€ la caja de 15 litros. La chica nos comenta que este año no han vendido la cosecha a las grandes superficies, por el bajo precio que ofrecen. Se la quedan y la venderán por su cuenta. A veces no cuenta lo que se compra, si no a quién. De sobras son conocidas las artes de los intermediarios. Tras coger un par de cajas para la familia, nos acercamos a la estación de Bot, donde ya dormimos una vez estupendamente y volveremos hacerlo. Por cierto, si no fuera por el viento, quizá nos animaríamos a hacer fotos nocturnas al cielo, casi ni recordamos lo que es un manto de estrellas, e incluso alguna fugaz nos ha premiado con un deseo que se cumplirá, seguro.



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