viernes, 1 de julio de 2011

Gorgues de Carança

Una de las opciones para pasar vértigo o agujetas es ir a les Gorgues de Carança, en Francia pero muy cerquita de la frontera. Con todos los servicios que se puedan necesitar para nuestra furgo, es el sitio ideal para dejarse seducir por el Pirineo francés.
Algunos datos:
Consumo medio: 7,6l/100km
Distancia recorrida: 420km
Velocidad media: 50km/h

Con ganas de salir otra vez, y parece que cada vez cuesta más, nos vamos a las Gorgues de Carança. Tenemos tres días que pensamos disfrutar a tope.
Llegar es fácil, cruzando el túnel del Cadí dirección Puigcerdà. Una vez allí apenas hay un rato más. El parking es una zona exclusiva para camping-car, entrando a la izquierda tras recoger el tíquet que levanta la barrera. La verdad es que el sitio pinta muy bien. Dispone de todos los servicios, wc, agua, grises y negras. Llama la atención un destartalado autobus de una pareja de jipis con un niño y tres perros, dando fe de su existencia al pisar una a plasta pestilente en lo que parecía era su árbol preferido para hacer sus cosas, junto detrás de nuestra furgo!

Por la mañana desayunamos y nos dirigimos a las pasarelas, tomando siempre el camino de la izquierda. La ascensión es dura para quien no esté acostumbrado a entrenar metódicamente su cuerpo, de ahí que casi vomite a la media hora y a Ana se le colapse el miocardio. El desnivel es de 1000 metros, según un cartel. Por suerte se suben en sombra, en bosque muy sugerente, si no fuera por el sabor de nuestros hígados que ya asomaban a la hora de empezar.

Ver la primera pasarela nos alegra y nos inquieta a la vez, cuando debes trepar por una escalera de barrotes. -Ostia, que no hay barandilla!-decimos. Cuando asoma nuestras acaloradas cabezas sobre la plataforma. Resulta que la pasarela es una bandeja de unos 30 cm de ancho cuyo único apoyo para no caer es un cable sujeto a la pared. Que cosilla da en el estomago! No hay mucha altura hasta las enormes piedras que parten el agua en un estruendoso caminar sobre el río. Por lo menos las pasarelas son relativamente cortas, lo cachondo son los puentes que se alternan en el camino. Son como los tibetanos, pero con la misma plataforma de la pasarela. Madre como se menean...La primera sensación es que se hunden (más cuanto más pesas); rápidamente empieza a balancearse. Lo siguiente es quedarse quieto parado hasta que no pasen dos cosas: la primera es pensar 'no me muevo hasta que esto este quieto' y lo segundo es buscar con el rabillo del ojo un buen sitio para caer, sin romperte la crisma o ahogarte en el cauce. Supongo que el infarto ya te aliviaría tal decisión en la misma caída. Gracias Dios!

Avanzamos siempre subiendo, aunque con una intensidad menor debido a que el terreno se suaviza en la pendiente, pero no en unas perfectas y pulidas piedras que junto a la mojadura del río pone a prueba tobillos, rodillas y crismas que en cualquier momento se rompen si no vas atento. Tampoco es bueno ir de cabra, en un mal salto de piedra la rodilla derecha se me cascó, supongo que todo mi exceso de peso aplastó algo que no es hueso. Ana también besó el polvo, tras un resbalón. La muñeca tocada!. El entorno es maravilloso. Paramos a comer más o menos a las 3 horas de avanzar, creemos que sin mas pasarelas o puentes que cruzar. Más adelante creemos que hay un refugio con un lago. Hay mucho mochilero con tienda y saco, debe ser un circuito habitual de montañismo. Después de comer, nos dimos media vuelta para volver por el mismo camino (los puentes los cruzamos a la pata coja si queremos -bueno a lo mejor no-) y tomamos el camino hacia las cornisas.

Mucho más agradecido el camino y recordando a la escena de la película - no se si Tarzan o King Kong- en la que los sherpas africanos van cayendo al vacío con sus bultos mientras gritan sabiendo lo que espera abajo. Vamos caminando por una ladera excavada en la montaña con el apoyo de un cable amarrado a la pared. La caída libre debe ser mucha, no se ve el final. Es curioso, al subir por las pasarelas se ve el camino de la cornisa, a lo alto con gente caminando sobre un camino que no debe ser muy ancho. Y hay tramos que no lo son, sobre todo alguna 'pasarela' de cemento sobre un lecho de troncos que no inspira mucha confianza. Pasamos rápido e ignoramos el vértigo producido por el puente 'vivo'. Poco después me tuerzo el tobillo pisando una piedrecita. Ana se asusta por que doy dos pasos cojeando hacia el vacío, mientras maldigo en arameo. Nada, que tengo demasiado mal humor incluso para caerme por el barranco. Es un valle precioso, muy alto y estrecho. Nos cruzamos con un hombre de unos 55 años (con el habíamos compartido espera en las pasarelas) muy angustiado por que no encontraba a su mujer con la que había quedado hacia rato. Sin ser cruel, pensé que si se había escoñado en la cornisa, estaba jodida, y si había sido en la pasarela, alguien la habría visto. El segundo después de ese pensamiento injustificado, intentamos calmar al hombre diciéndole que habrá ido a cotillear el río y que por eso no la habrá visto. El hombre siguió retrocediendo en su búsqueda.
Lo peor de todo el día ha sido la tremenda bajada desde la cornisa al parking. Durisima por todos los dolores acumulados. Y larga, muy larga, sobre todo al ver tu furgo, tan tranquila ella, sobre la hierba, tan ancha en la sombra, desde unos 600 metros de altura!

Llegamos muertos, doloridos, ya con agujetas incluso antes de descansar. Lo primero que hacemos es preparar la ducha, gloriosa. Sacamos las sillas y la mesa y nos damos un atracón de magdalenas y chocolate, para aliviar nuestros dolores. Ahora es cuando somos incapaces de ponernos en pie. Parecemos viejas recién enviudadas que sólo se lamentan! Por cierto vimos llegar al hombre con su mujer y su perro, una hora larga después de encontrarnos en la cornisa.
Decidimos marchar, pues era pronto todavía para ir a ver los alrededores. Paramos en la ciudad fortificada de Villefranche du Conflent, en la que dormimos finalmente, tras el paseo de las lamentaciones por nuestros doloridos cuerpos. Es muy pequeña y turística. Tampoco ha despertado gran interés (tampoco tenemos humor, que mal esto de hacer deporte).

Nos quedamos a dormir en el mismo parking, gratuito de 19 a 9h en la zona de los plataneros. Hay wc.
Desayunamos madrugando un poquito, pero con la sensación de no tener nada que hacer, pues no llevamos guía ni ningún tipo de información. Nos dirigimos dirección Sant Martí del Canigó donde vemos anunciado un mirador. De camino nos paramos en un ecoMarché. Paramos a pasear por Vent de les Bains, donde nos dimos un paseo por el casco viejo. No tiene demasiado interés, salvo un parque acuático y un balneario. El castillo y creemos que la iglesia es de propiedad privada, cerrados a cal y canto. Vimos un par de parkings ideales para dormir, en la acera del balneario subiendo río arriba.
A eso de las 12 llegamos tras subir un pista mal asfaltada lo que creímos era el mirador. Resultó ser un pequeño parking con muy poca capacidad para autocaravanas (con suerte caben 4) y suficiente para turismos. Lo malo es que está muy inclinado lateralmente. A partir de ahí sigue la pista forestal, pero solo turismos, nada de camping car. Aparcamos en la zona de turismos y cotilleamos los carteles. Resulta que de aquí salen varias rutas hacia el Canigó, como no nos duele el cuerpo ni nada, nos hacemos el bocata y hala, para arriba dirección el refugio.
Prefiero volverme a Barcelona andando antes que volver a subir semejante cuesta. Dos horas y media en constante e intensa subida. Suerte que es bosque y un regato te acompaña gran parte del camino (si lo pillara un especulador de PolarisWorld...) con lo que se hace algo más...húmeda la cuesta. Ana aún ha subido con cierta dignidad, pero yo...lamentable. Casi ni lo disfruto.
Al llegar subimos un repecho ya en el refugio, acompañados de sus moscas, mosquitos y abejorros peludos que tomaron mi camiseta colgada de un arbol goteando sudor, literalmente, como nuevo hogar. -Bueno son un poco gordas las abejas, como un euro de anchas, pero no hacen nada- digo. Justo entonces veo un garfio saliendo del culo de una de las abejas y ya doy per perdida la camiseta -nunca fue una gran prenda- le digo a Ana, despidiendome de su color rojo sangre. Ella que menuda es para la ropa coje uno de los bastones, me lo da y dice -ale a pescar!

Total que tuvimos que salir corriendo, con la camiseta enganchada en la pinta del bastón y con un montón de bichos siguiendola, con estos dolores...al final solo vimos el refugio y el Canigó, desde lejos a falta de 5 horas de subida para su cima. Llama la atención, al bajar por el mismo camino, la gente deportista. Que gran mérito tiene, tanto mayores como niños con los que nos cruzamos. Eso sí, los abuelos se veían tocados, sorprendidos por la dureza de la subida. Y es que al bajar, nosotros mismos nos sorprendimos de la hazaña que acabábamos de hacer. Gloriosa y recalentada Coliflornia, que gusto verte tan bien aparcadita.
Bajamos y nada mas pasar el primer pueblo nos apalancamos en lo que parece un área, con bastantes autocaravanas. Otra ducha, con agua del grifo, que no repusimos la de ayer, y como nuevos. Partidita al Scrabble con todos los trastos fuera y nada más, cena y al sobre. Ah si... Por segunda vez desde que tenemos la furgo dormimos en el techo, bueno Ana abajo y yo arriba, a ver si no me caigo por el hueco de la persiana.

Nada, no sé si es por mi aspecto peluchil o por el dolor de pies, pero Ana me hace dormir abajo, una vez teniendo ya la brisa circulando en la parte más sudorosa de mi cuerpo, me bajo del ático para dormir en planta baja. No me extraña que algunos niños les guste tanto dormir en una furgo, es una aventura.
Por la mañana descubrimos que en el parking de turismos de al lado hay fuente y toilette, muy limpio. Subimos al pueblo, con intención de acercarnos a la abadía, pero nos replanteamos la visita al ver los 45' de subida del cartel que lo señaliza. Ni llevamos agua, ni calzado y estamos realmente tocados por dos días duros duros. Entendemos ahora la gran cantidad de coches y el bullicio a primera hora en el parking. Seguro que merece la pena subir. Lo anotamos como pendiente, por lo bien que está montado, tanto si vas en coche como en autocaravana.
La visita al pueblo es rápida, pero agradable en cuanto ves el macizo del Canigó asomando con su grandiosidad.
Siendo ya media mañana decidimos ir dirección a casa, para evitar las esperadas colas de entrada a la metrópoli. En tres semanas...¡Alemania!

3 comentarios:

  1. Hola! Me encanta vuestro blog. Nosotros también hicimos las Gorges de Carança este mes y todavia sigue el hippybus allí! jejeje Saludos!

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  2. Nos alegra un montón que os guste!!!
    Muchas gracias por pasaros y comentar!!

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  3. guaaa!! me encanta el blog, pero me poneis los dientes largos jajaj un saludo para todos

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