La sorpresa es lo bien que lo han arreglado, tapiando la estación y pintando los edificios, ahora con columpios para los niños. Incluso en el tramo subiendo hasta Fontcalda esta todo asfaltado, pintado el pavimento y con luces led iluminando los túneles. Es un sitio buenísimo para ir a pasar el día, ya sea andando, en bici o caballo con un par bocatas te plantas en cualquier mesa de picnic de las muchas que hay y te quedas más ancho que alto. Muy agustito se está en la antigua estación, que pereza y que buena siesta con el sol calentando el aire racheado que a veces roza el susto, cruzándonos la mirada con los ojos muy abiertos y tras guardar silencio, zarandeándose la furgo. Nos acercamos a Prat de Compte, sin demasiado interés pese a lo arreglado que está el pueblo. Nos acordamos de la chocolatería en Hortaliza de Sant Joan, regentada por -creemos que holandeses- un matrimonio, entrando por el pueblo a mano derecha y allí volvimos.
Nos tomamos unos cafés y chocolates, buenísimos y compramos pan XL, o el equivalente del ancho de nuestras cabezas, también buenísimo.
De allí nos llevamos aceite de la cooperativa la otra vez, hoy a 46,5€ la caja de 15 litros. La chica nos comenta que este año no han vendido la cosecha a las grandes superficies, por el bajo precio que ofrecen. Se la quedan y la venderán por su cuenta. A veces no cuenta lo que se compra, si no a quién. De sobras son conocidas las artes de los intermediarios. Tras coger un par de cajas para la familia, nos acercamos a la estación de Bot, donde ya dormimos una vez estupendamente y volveremos hacerlo. Por cierto, si no fuera por el viento, quizá nos animaríamos a hacer fotos nocturnas al cielo, casi ni recordamos lo que es un manto de estrellas, e incluso alguna fugaz nos ha premiado con un deseo que se cumplirá, seguro.
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